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jueves, 5 de noviembre de 2009

Damasco


Foto: Wikipedia

"No se entiende por peregrino sino quien va hacia la casa de Santiago y vuelve"
Dante Alighieri


En tu caminar por la ruta de las estrellas intuyo que tal vez has pernoctado en el Monasterio de Cañas. Y habrás contemplado las herraduras del caballo de Santiago, que recogiera Diego López II, de Haro, en la batalla de las Navas de Tolosa, y que entregó, a su hija Urraca, cuarta abadesa del Monasterio. Seguramente llevaría las mismas herraduras que calzaba en la batalla de Clavijo. Tras cabalgar 368 años estarán muy gastadas, y por eso se le debieron de caer.

Empiezas a dominar un lenguaje nuevo, me dices, a pesar del silencio, de la lluvia y de no conocer mi nombre. Pues, te digo como Santiago le dijo al aquejado de una dolencia, cuando era conducido al martirio, y le solicitó ser curado: "Ven tú hacia mí y dame tu mano", y sanó. Así, espérame y confía, el día de la Caída del Velo de Isis conocerás mi nombre, todavía oculto en el misterio de Sirio. Mi distintivo se encuentra guardado en un bosque umbrío, mi cifra tiembla bajo una lluvia ópalo esperando que un otoño brille la gnosis de su fuerza. Lecho de dunas de esperanza son tus ansias perdidas en un lago inmóvil de luz.

Tú sigues al sol hacia el oeste, yo camino hacia el este. Ha tiempo que salí de Alejandría. Conocí a Muhammad ibn Battuta, famoso árabe viajero, me invitó a unirme en su "rihla". Emprendimos la ruta Nilo arriba, o sea hacia el sur, con intención de llegar a Luxor y acercarnos hasta Aydab.

Regresamos a El Cairo y, tras descansar unos días, emprendimos otro viaje por etapas, con el fin de recorrer Siria. Desde Alepo te mandé la carta escrita en un nuevo material traído de la China, como habrás podido notar. Ahora estamos en Damasco. Cuenta de esta ciudad el poeta Nür ad-Din: "Damasco es un paraíso en que el forastero olvida su patria. ¿Acaso ves sino enamorados y amantes, donde zurea la paloma sobre el vaivén de la rama y alborea el azahar de los huertos pavoneándose entre aromas y deleites?" Y tiene razón, es hermosa.

Si encuentro la llave del tiempo te lo haré saber. Ahora, mientras Ibn Battuta entra en la hermosa mezquita para rezar sus oraciones, yo voy a visitar al hijo de un escriba de los coptos egipcios. Su padre estudió conmigo en El Cairo pero que se traslado a Damasco tras islamizarse. El es Fajr ad-Din, sustituto de juez en la escuela az-Zahiriyya.

Recobra los sueños, ellos son otra realidad.

¡Salám sadiq! , que diría mi compañero de viaje.

Belit-Seri

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